jueves, 24 de diciembre de 2015

Jenofonte y la equitación.


Amigos y seguidores de este nuestro blog, este mes para cerrar este año 2015 me gustaría volver la mirada atrás y recordar al hombre que considero uno de los autores más importantes que escribió sobre la equitación, me refiero a Jenofonte militar y estadista griego que escribió el tratado más antiguo de equitación que conocemos en Europa y que fue base e inspiración para la aparición de otras obras posteriores que trataron el tema de la equitación. Según la enciclopedia, Jenofonte nació en Atenas en el año 430 y murió en Corinto en el año 355 antes de Cristo, la enciclopedia lo define como un escritor e historiador griego de la antigüedad, Jenofonte reflejó sus experiencias personales en sus obras o tratados.

En 401, su amigo Próxeno de Beocia le enroló en la expedición que Ciro el Joven emprendió contra su hermano Artajerjes II. Pese a lograr la victoria en Cunaxa, con la muerte de Ciro la expedición perdió su significado, dejando en difícil situación al ejército griego. La arriesgada retirada de los diez mil griegos supervivientes a través de la altiplanicie armenia en dirección al Mar Negro constituye el núcleo principal de su obra más perdurable, la Anábasis, narración en prosa en siete libros que contiene momentos memorables. Al igual que el resto de su producción, por falta de datos es difícil establecer la fecha de este libro.

Enfrentado con la democracia ateniense por su condena de Sócrates, de quien había sido discípulo, y desatada la guerra entre Atenas y Esparta, se retiró a vivir en una hacienda en Escilo, junto a Olimpia, cedida por los espartanos en reconocimiento de sus servicios. Fruto de su experiencia como dueño de una explotación agrícola fueron el Económico y las Rentas, donde propuso también medidas para remediar los males de Atenas. La derrota de los espartanos (371) le obligó a trasladarse a Lepreo y, más tarde, a Corinto, donde murió.

En sus obras se manifiesta hostil hacia la democracia ateniense y se orienta hacia formas más autoritarias, como las que conoció en Esparta y en Persia. Agradecido a la política espartana, compuso un desigual tratado sobre La república de los lacedemonios, alabando la educación y la constitución espartana. En la misma línea se inscribe su opúsculo Agesilao, dedicado a alabar la política del rey espartano, amigo del autor.

Su orientación aristocrática se manifiesta, sobre todo, en sus Helénicas, en las que pretendía continuar la obra de Tucídides, pero con una intención historiográfica muy alejada de la imparcialidad y del método de dicho historiador. Las Helénicas son una obra claramente filoespartana que narra en siete libros la historia griega desde la última etapa de la guerra del Peloponeso (411) hasta la batalla de Mantinea (362). Jenofonte supo utilizar en ella su gran experiencia y conocimiento de las cuestiones militares, hasta el punto de figurar como un precursor de la historiografía helenística en la eficaz descripción de escenas.

Sus ideas políticas, que acabaron cristalizando en la postulación de una monarquía moderada y fuerte, se plasmaron en obras como la Ciropedia, en la que, junto a la alabanza de la monarquía y a datos históricos, se puede leer toda una serie de historias y relatos de carácter novelesco que anuncian ya la novela helenística. La Ciropedia, historia de la juventud, ascensión y gobierno de Ciro el Grande, presenta los ideales educativos del autor, basados en parte en las instituciones espartanas. Los ocho libros que la componen abordan los hechos históricos con enorme libertad y abundan en discursos y episodios moralizadores destinados a la exaltación de la figura de Ciro.

Su aprendizaje intelectual al lado de Sócrates lo llevó a inmortalizar la figura de su maestro en obras como Recuerdos de Sócrates o Simposio, uno de los testimonios más importantes para la reconstrucción sobre bases reales de la filosofía y de la personalidad del Sócrates histórico. Jenofonte escribió, además, tratados técnicos como Hiparco o la Equitación, con vistas a aconsejar sobre tácticas militares concretas, como las de la caballería.

Este libro de equitación es considerado el libro más antiguo sobre este tema.
En el Jenofonte nos explica que tiene que hacer el jinete, para que el caballo y jinete trabajen con la máxima comodidad y eficacia. Da también consejos sobre la compra del caballo, sobre su manutención y sobre la doma de caballos jóvenes. Muchas cosas que Jenofonte escribió en días lejanos en su libro “sobre la equitación” hoy en día todavía tienen validez.
El experto de equitación Jenofonte (430 – 350 A.C.) ya dijo en su tiempo:

„… no puedo apreciar un asiento como sentado en un sillón con las rodillas muy arriba. Correctamente un jinete tiene que  sentarse con las piernas abiertas y recto de busto, porque de esta forma puede agarrarse mejor con los abductores al caballo y así monta con más presión... Un caballo ha de ir reunido en los giros, ya que no es seguro ni cómodo ni fácil para un caballo, girar con velocidad y en poco tiempo.… Pero si el jinete cierra el caballo, no debe de girarlo con las riendas inclinándolo ni inclinándose el mismo hacia el giro. Si no tiene esto en cuenta, ambos caerán al suelo.… Si hemos entrenado unas lecciones lo suficiente, el caballo debe de poder descansar.... no se debe de bajar fuera de la pista, sino allí, donde hemos exigido al animal su esfuerzo, allí debe de poder descansar también.”

Sobre la equitación:
lo siguiente escribió Jenofonte en su texto „como desbravar y domar un caballo joven“:

„ Es importante que cuando el domador recibe el potro, este potro debe de ser confiado, muy acariciado y curioso. Esto normalmente se enseña por el mozo en la cuadra de origen del animal, haciendo entender al animal, que estar solo y la soledad equivale al hambre, sed y sufrimientos. Comida, bebida y cobijo viene del humano. Si esto se enseña de forma rigurosa, el potro no solo ama al humano sino depende completamente de él. Hay que acariciar todo el cuerpo del potro, especialmente donde más le gusta, como crin y tupe y los sitios donde el potro mismo no se puede alcanzar.
También hay que enseñar al mozo, de llevar el potro a sitios con multitudes y donde pueda ver las cosas más raras posibles, para que se acostumbre al ruido. Si al potro le entra miedo, no hay que pegarle, sino hay que ser muy suave hasta que entiende que no hay nada de temer. Creo que es más importante para un hombre joven, darle importancia a su porte y al dominio de la equitación, que intentar ser tan solo un mozo.…“

La obra de Jenofonte fue estudiada durante siglos por las escuelas de equitación más antiguas como la de Viena, la escuela francesa y la española. Sus escritos influyeron en los maestros clásicos que hicieron en nuestra época una realidad el arte ecuestre.
Por este motivo hago aquí en nuestro blog este homenaje al mítico Jenofonte, el primer jinete clásico de nuestra historia.

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