Amig@s del caballo! les agradezco mucho que visiten este nuestro blog, un espacio dedicado al caballo y su buen manejo. Hoy en este post les hablaré de la importancia que tiene en el salto no intervenir mucho en el caballo. Cuando el caballo entiende su trabajo, pasamos a la fase de dar libertad de acción:
Tenemos que entender bien primero que una cosa es dejar hacer y otra bien distinta es inhibirse y no hacer nada. No y no es la respuesta. Una cosa es no pelearse y dejar hacer, y otra cosa bien distinta es la pasividad, que se puede decir que en la equitación no es recomendable. En la práctica de ejercicios, en el trabajo, es muy útil ceder y dejar hacer para, inmediatamente, volver a tomar el mando y exigir, dirigir y controlar, pero dejando y cediendo. No es contradicción. Para saber mandar hay que saber obedecer. Para saber oponerse y exigir tendrá que saber ceder y dejar hacer, hasta el punto de que se considere justo. Debemos decir no a la pasividad, pues colocarse convenientemente con su peso, fijarlo en el buen sitio, secundar los desplazamientos de centro de gravedad que se vayan sucediendo, provocar impulsión, tomar contacto con la boca del caballo a través de las riendas para dirigirlo hacia donde convenga, con una serie de acciones, ¿es pasividad? No. Las acciones del jinete deben ser pocas, pero deben ser obedecidas. Una vez indicadas por medio de las «ayudas», el caballo debe realizarlas todas y el jinete tendrá que secundar esas acciones, esos desplazamientos y, si hiciera falta, tendrá que dejar sentar con máxima energía su voluntad, pero dejando servirse de su equilibrio y de sus fuerzas, provocando que sea el caballo el responsable de sus acciones. Un caballo libre de la preocupación de transportar un jinete, debe poner toda su atención en lo que está haciendo y mediante la repetición aprenderá finalmente a emplear sus medios con precisión y a nuestra satisfacción.
Un caballo que presenta acciones alocadas, escapadas, defensas, etc. lo hace, casi siempre, para sustraerse de las acciones del jinete que le provocan o le han provocado dolor y las recuerda. Esto lo debemos borrar de su memoria, mediante pequeños engaños, ceder y exigir, hasta llevarlo al buen camino. Un buen caballo es el que, mediante el buen trabajo, utiliza sus energías en el ejercicio que se le pide, pero presentándolo ante él y dejándole hacer. Nuestra inteligencia está por encima y tendremos que pensar que para realizar esos ejercicios el caballo deberá comenzar por realizarlos al paso, luego al trote y después al galope, bien sobre una vuelta, bien sobre un círculo o lo que corresponda. Quizás haga falta hablar de algún ejemplo, orientado hacia el salto. Un potro, un caballo nuevo, comenzamos por pasar barras en el suelo al paso, luego al trote, poco a poco más elevadas, con barras de atención en el suelo o sin ellas, para llegar a presentarle un vertical o un fondo y atacarlo al galope, pero habiéndole dejado disponer de sus fuerzas, de su equilibrio y que no piense que vamos a ser nosotros los que mediante acciones sobre las riendas le vamos a restituir a su equilibrio, porque si hacemos esto, el caballo estará siempre pendiente de nuestras acciones y no pondrá de su parte nada. El resultado será malo, será el derribo del obstáculo y haremos un caballo sucio. El caballo limpio es el que se asusta al derribar, porque no es lo habitual, e incluso porque el tropezar con una barra no es placentero para él. A veces puede llegar a ello por distracción o por demasiada intensidad en las repeticiones, y llega el aburrimiento. Un ejercicio bien pensado, con el jinete bien colocado, fijo y dejando hacer, para que el caballo emplee sus fuerzas es el mejor. El caballo recordará que el jinete no le salva a la última hora de tropezar con un vertical o un fondo y será él el que mida y adopte el mejor terreno para batir y saltar el obstáculo, si nosotros le hemos puesto en el buen camino, a la buena acción, en las condiciones idóneas para el final, le diremos que sea él el que tenga que solucionarse el problema, pues si se lo solucionamos nosotros, tendremos que hacerlo siempre y la equitación nuestra será terriblemente complicada, en cada momento, para cada obstáculo, tendremos que elegir el mejor terreno y si nos equivocamos, la falta será segura. Da gusto ver caballos que saliendo sus jinetes a «batir» en un recorrido de obstáculos complicados, con distancias intermedias y combinaciones cortas y/o largas, ellos mismos, alargan y acortan, pues lo han practicado en los entrenamientos y lo recuerdan. Deben ser ellos solos los que se solucionen sus problemas, reanudar sus cambios de equilibrio, mandando en todo momento, pero dejando hacer es y será lo mejor para que el caballo tenga libertad para ejecutar ese ejercicio disponiendo de todas sus fuerzas. La libertad absoluta, está indicada solamente en los descansos, en paseos sin contacto con la boca, ni con las piernas. Pero en un recorrido de obstáculos habrá que manejar al caballo, y con tacto dejarlo hacer. Amigos, si tienen la experiencia necesaria, saben a que me refiero!